Hace tiempo me regalabas cada sueño. Tú lo pintabas. Esbozabas la idea. Yo definía su contorno y coloreaba cada rincón, con cuidado de no salirme de la línea.
Tú escribías el índice de nuestra historia. Yo dotaba a cada capítulo de contenido.
Tú ponías el sujeto. Yo el verbo y los complementos. Separaba las palabras, ponía los puntos y dividía los párrafos.
Pero de tanto escribir, de tanto tachar malas palabras, de cambiar diálogos… la tinta explotó y se expandió por todo el folio, borrando cada capítulo, cada palabra…y finalmente, cada sueño que reflejaba aquella historia.
Como la pluma del poeta se quedó sin tinta, mi corazón se quedó sin fuerza para latir por ti, a tu ritmo.. se quedó sin la energía necesaria para seguir bombeando sangre que llevara tu ADN. Necesitaba la libertad que tú pretendías quitarle. Porque, aunque mi corazón llevaba el ritmo acompasado de tu nombre, a ti siempre se te olvidaba, no lo sabías, o ni siquiera te lo creías. Por eso sentiste la necesidad de atarme tanto.. que mi instinto tuvo que apartarse de ti, para poder respirar sin sentirse observada, juzgada… sin sentir que cada paso que daba era en falso, un error y que sólo te hacía daño…
¿Por qué?
Ahora afirmas que fui. Que soy. Incluso que seré.
¡Ja! Eso no lo sabes. Nunca pudiste saberlo. Has de saber, simplemente, que ahora no soy nada. En eso te equivocas ahora, como te equivocabas cuando cerrabas tus ojos a la realidad. Es bonito soñar. Pero es mucho más bonito vivir para realizar tus sueños.
Me quedé sin tinta.
Y aquel ejemplar de mis sueños se quemó en el infierno de la realidad.