Puente que no camina,
que mira despacio sin ver, sin salida.
Puente de sueños amargos.
Puente, de hielo, en verano.
Letras pesadas, con besos,
y un verso se enreda en mi alma.
No digas nada. Deja que entre el silencio,
por aquella escalera nublada.
¿Dónde estás? No te veo - preguntaba.-
¿cómo eres? - Y tú callabas.
Sonreías: soy un ángel, un demonio
con el alma congelada.
Mis ojos seguían cerrados,
te palpaba, adivinando cómo eras,
te gritaba, en silencio, que vinieras,
y entonces apareció un frío sapo.
¿Tú quién eres? -pregunté.
- Lo sabes bien:
la realidad que elegiste no ver.
Y fue así:
en el momento en que te conocí,
en ese mismo instante, te perdí.