Un camino, una senda, un lugar,
en el que el sueño sea sinónimo de realidad.
Dime tu nombre. Toma mi mano,
¡marchémonos! Estoy esperando.
Quizás las estrellas alumbren mi nombre.
Quizás sea el viento quien te lo susurre.
Quizás trepes hacia el cielo, pisando las nubes,
y allí, a lo lejos, volvamos a ser un nuevo pronombre.
¿Tú crees? Yo ya no.
Hubo un tiempo e que me perdí entre tantos sueños.
Me caí, y nadie me sujetó
y desde entonces tengo miedo.
Miedo de quién soy. Si nunca seré aquella niña
que chillaba, loca de alegría
a una pantalla vacía.